FERIA DE NAYARIT EN
CALIFORNIA
"Uno nunca se olvida de su pueblo y de sus gentes, de
nuestras raíces", es sin duda una expresión recurrente que seguramente
muchos hemos escuchado, cada vez que conocemos o tenemos la oportunidad de
platicar con algún familiar, amigo o conocido que por alguna circunstancia ha
tenido que dejar nuestro país para irse a radicar al extranjero, máxime en las
condiciones en las que desafortunadamente lo han tenido que hacer miles de
nayaritas, mejor dicho, millones de mexicanos que hoy residen, legal o
ilegalmente, en los Estados Unidos de América.
Este fin de semana, en el marco de la “Feria de Nayarit en California”, hemos tenido la oportunidad de conocer, entre muchos otros paisanos nayaritas, a Luis y Lupita. Él originario de Tuxpan y ella de Unión de Corrientes, quienes entre otras cosas nos expresaron con un profundo sentimiento, que “la última vez que fuimos a Tuxpan fue antes de los ataques terroristas del 9-11, ya después mejor nos hemos aguantado por miedo, uno nunca sabe, luego a lo mejor ya no nos dejan regresar aunque ya tengamos papeles", recordó un poco nervioso Luis, quien ingresó a los Estados Unidos de manera ilegal hace más de 30 años, siendo menor de edad y fue hasta el 2001 que obtuvieron la ciudadanía.
Luis y Lupita nos platicaron emocionados que han comenzado a "juntar dólares" y que han comprado algunas cosas como juguetes, ropa, tenis, herramientas, muebles, bicicletas, entre muchos otros objetos que sus familiares en México no tienen porque son muy caros o porque “sólo se consiguen en tiendas de mucho lujo y nosotros queremos ir de vacaciones en diciembre y llevarles todos esos regalos a nuestras familias”.
Incluso -comenta Luis-, “nuestra idea es poder llevar todas esas cosas en una 'troka' que usamos aquí y dejárselas también allá, para cambiárselas por una Ford más viejita que les dimos la última vez que fuimos y que es la que utilizan para el trabajo o cuando salen de paseo”.
Aunque la crisis económica también se ha resentido en los Estados Unidos, nuestros paisanos viven siempre tratando de apoyar a sus familiares que dejaron en Nayarit, de mejorar sus condiciones de vida, de evitarles en la medida de lo posible que sigan viviendo en condiciones de pobreza y cada semana, aunque sea poquito, pero siempre hacen el esfuerzo por enviarles algunos dólares. "Hace unos cinco o seis años -comenta Luis-, acá teníamos más oportunidades de trabajo, nos iba mejor, pero ahora tal parece que somos muchos y entre más gente hay menos trabajo tenemos".
Luis nos explicó que trabaja en la pizca de vegetales por jornadas de más de 12 horas, seis días a la semana. "Es un trabajo pesado, pero si te rajas te corren y contratan a otros que sí puedan, entonces hay que aguantar". Con tristeza, Luis y Lupita reconocieron que no planean regresar a vivir en Nayarit, aunque señalaron que en los Estados Unidos “no es buen lugar para que crezcan los hijos, acá lo discriminan a uno y hablan otro idioma, pero se vive mejor que en el pueblo".
"Qué más quisiera que quedarse uno allá, pero no hay cómo, las cosas están muy difíciles en México y de estar en el campo allá, mejor aquí, más sudado pero mejor pagado", sostuvo al mencionar que “con un mes de trabajo en los campos de California, logramos juntar hasta para comprar los boletos del avión de regreso y algunos regalitos para llevar a mis papás, mis hermanos y sobrinos, ahora que vayamos en diciembre".
No pretendo con esta reseña descubrir el hilo negro y tengo claro que puede haber muchas historias similares e incluso más dramáticas. Sin embargo, únicamente he querido compartir una de nuestras muchas experiencias durante este viaje, con las que volvemos a confirmar la gran necesidad de cercanía, de afecto, de atención que siempre nos han demandado nuestros paisanos radicados en el vecino país del norte.
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